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Seguimos con el agosto Zen y aunque el post anterior era el desafío de no hacer nada y pueda resultar aparentemente contradictorio con la idea de perseverar, en realidad son temas complementarios. Cuando hablamos de no hacer nada, no estamos tanto hablando de tumbarse a la bartola (que también se puede hacer) como de no forzar las situaciones, de no poner presión para que las cosas sucedan. Del mismo modo, perseverar en el camino, no se refiere a esforzarse en conseguir un determinado resultado sino a estar presentes, atentos y conscientes a nuestra vida cotidiana, a cada momento, a cada una de las pequeñas acciones que realizamos.
Vivimos en una sociedad en que se valoran mucho los resultados. Ya anticipé un poco este tema en el post la meta es el camino, en el que explicaba que no se trata de no tener objetivos, estos pueden tenerse y son útiles en muchas ocasiones. Pero los objetivos no pueden convertirse en una obsesión, en algo que nos impida disfrutar del momento presente. El esfuerzo está sobrevalorado, ya que lo que nos hace de verdad efectivos es entrar en flujo y no el hecho de esforzarnos. Y lo peor, no podemos permitir que el no alcanzar nuestros objetivos nos haga vernos a nosotros mismos como fracasados, como un fraude. Cuando asociamos nuestro valor personal con la consecución de un objetivo, es como si estuviéramos diciendo que nosotros no somos suficientemente válidos por ser nosotros mismos. Recordar el cuento que transcribí en este post, sobre los resultados. Somos seres humanos, únicos e irrepetibles y mejor iría el mundo si fuéramos de verdad conscientes de ello.
Lo que importa al final, es que seamos capaces de perseverar en el camino. De dar importancia a aquello que estemos haciendo, por pequeño que sea. Que saboreemos los pequeños instantes, incluso cuando hacemos una actividad tan banal como lavar los platos. Podemos sentir la temperatura del agua, el tacto del jabón, como se desliza la esponja, observar cómo van cambiando de aspecto los platos una vez lavados…. eso es estar con la atención en el ahora. Mucho más difícil de lo que pueda parecer. En ocasiones, casi imposible. Pero ese rato que pasamos lavando platos, es tan parte de nuestra vida, es tan tiempo nuestro como el que pasamos haciendo algo grandioso. Suma la misma cantidad de tiempo en el cómputo global. No pretendo que sea un concepto fácil de entender, para mí misma no lo es. Pero antes de los ejercicios, una pequeña historia:
Un discípulo fue a visitar a su maestro y solicitó que le impartiera alguna enseñanza importante para su desarrollo. El maestro contestó irónicamente:
-Atención.
-¿Y qué más? -preguntó el discípulo.
-Atención, atención -repitió el maestro.
El discípulo insistió. -Pero ¿qué más?
-Atención, atención, atención -dijo el maestro.
-Pero ¿qué es la atención?
El maestro contestó: -Atención es atención.
En el día de hoy os propongo los siguiente ejercicios y una recomendación:
1. Prepara algo de comer, por ejemplo una ensalada. Algo que no sea muy complejo.Lava las hojas de lechuga con calma, los tomates, todo aquello que vayas a utilizar. Córtalo en pequeños trozos, mézclalo con parsimonia. Sólo pon atención a lo que estás haciendo. Observa qué pensamientos te vienen, si sientes aburrimiento, prisa o lo que sea. Date cuenta de en que otras situaciones de tu vida también te pasa.
2. Persevera en una actividad que no hagas con asiduidad. Puede ser lo que quieras, pero tienes que ponerle un tiempo al día y hacerlo te apetezca o no (qué tal por poner un ejemplo, meditar aunque sea 10 minutos al día?). Cuando lleves haciéndolo 10 días, deja unos días de hacerlo y vuelve a hacerlo. Observa las diferentes sensaciones que eso te produce.
3. Recomendación: Mirar la película Cómo cocinar tu vida (How to cook your life) en la que el maestro Zen Edward Brown nos acerca al Zen a través de los alimentos y la cocina.
¿Perseveras en el camino? ¿Qué te sucede cuando no consigues tus metas?
Si quieres escuchar el post en formato podcast aquí lo tienes:
Mertxe Pasamontes