Una de las aspiraciones que como ser humano puedes tener es encontrar el sentido de tu vida. Es también una de las grandes preguntas que puedes formularte. Y uno de los trabajos más apasionantes que puedes acometer es encontrar cuál es el sentido de tu vida. A mi me encanta cuando los clientes llegan a ese momento en que lo básico está cubierto y pueden preguntarse por ese algo más que da sentido a sus vidas. Y poder estar ahí para acompañarles en ese camino de descubrimiento apasionante.
Un artículo del Journal of Positive Psychology comenta que tener una vida con sentido y ser felices son aspectos que muchas veces confluyen pero también que tienen algunas distinciones. Sentirse bien y tener las necesidades cubiertas nos hace sentirnos felices pero no da sentido a nuestras vidas en sí mismo. Las personas felices son capaces de vivir en el momento presente, pero para tener una sensación de sentido hay que poder vincular de algún modo pasado presente y futuro. Necesitamos tener la sensación de que los puntos se unen. Ayudar a los demás también contribuye a tener una vida con sentido, estar más en el dar que en el recibir. Otros estudios también han apuntado a que tener una vida con sentido aumenta la actividad del sistema inmune y nos conduce por tanto a estar más saludables. No se ha visto el mismo efecto con el hecho mismo de ser felices.
Estos estudios están apuntando a que una de las características de una vida con sentido es el altruismo, la capacidad de ayudar a otros de manera desinteresada. De hecho se ha visto que dar dinero para ayudar a los demás aumenta los niveles de felicidad del que lo da. Y esto es algo que parece ser común a todas las culturas, según un estudio publicado en el Journal of Personality and Social Psychology realizado de manera transcultural. El altruismo y la conducta prosocial podrían haber sido características que ayudaron a la evolución de la especie y por eso han permanecido indelebles en nuestra memoria.
Es obvio que para que eso se de, hay que tener las necesidades básicas cubiertas (comida, techo, vestido..). Pero una vez esas necesidades están cubiertas y hay un cierto sobrante para vivir, más dinero para uno mismo no incrementa los niveles de felicidad ni da sentido a la vida. La conducta altruista sería uno de los factores que aumentaría a partir de ese punto la sensación de felicidad. Y a pesar de eso, nos empeñamos en seguir comprando cosas y consumiendo sin sentido. Porque nos manipulan para consumir más y eso no nos va a hacer más felices. Como dijo Henry Van Dyke, “La felicidad es interior, no exterior; por lo tanto, no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos.
Y ¿cómo puedes descubrir el sentido de tu vida?
- Lo primero es que te conozcas. Si no te conoces no puedes saber qué quieres, ni porqué lo quieres ni para qué lo quieres. Es posible que vivas dominado por el ego y ni siquiera seas consciente de ello. Y el ego, aunque sea sutilmente, te lleva por un camino que no da la felicidad ni el sentido de la vida. Para ello, lo mejor es la ayuda externa, te recomiendo la terapia de autoconocimiento.
- La práctica del mindfulness. Está demostrado que la práctica del mindfulness, incluso un breve curso de ocho semanas, aumenta la capacidad de ser empático y compasivo con los otros y por tanto la conducta altruista. Influye también en los genes que regulan la capacidad de recuperarse del estrés lo que hace que te sientas más feliz y relajado. Y es una gran manera para autoconocerte y poder conectar con tus deseos más profundos. Te ayuda también a escuchar tu voz interior y poder así saber cuál es tu llamada, para qué te sientes realmente realizado. En este camino también puedo ayudarte.
- Practica el agradecimiento. Sentirte agradecido por lo que tienes te hace sentirte en un estado de abundancia y no de escasez. Y te evita estar comparándote con los demás. Y esa es la base para conectar con esa llamada interior de la que hemos hablado, eso para lo que te sientes inclinado naturalmente y que sientes que llena tu vida.
Lee el siguiente cuento:
Cierto día, caminando por la playa reparé en un hombre que se agachaba a cada momento, recogía algo de la arena y lo lanzaba al mar. Hacía lo mismo una y otra vez.
Tan pronto como me aproximé me di cuenta de que lo que el hombre levantaba eran estrellas de mar que las olas depositaban en la arena y una a una las arrojaba de nuevo al mar.
Intrigado, lo interrogué sobre lo que estaba haciendo, a lo que me respondió:
Estoy lanzando estas estrellas marinas nuevamente al océano. Como ves, la marea es baja y estas estrellas han quedado en la orilla si no las arrojo al mar morirán aquí por falta de oxígeno.Entiendo, le dije, pero debe haber miles de estrellas de mar sobre la playa, no puedes lanzarlas a todas. Son demasiadas. Y quizás no te des cuenta de que esto sucede probablemente en cientos de playas a lo largo de la costa. ¿No estás haciendo algo que no tiene sentido?
El hombre sonrió, se inclinó y tomó una estrella marina y mientras la lanzaba de vuelta al mar me respondió:
¡Para ésta si lo tuvo!
No te pienses que para que tu vida tenga sentido tienes que hacer grandes cosas, ni un descubrimiento que mejore la salud de la humanidad, ni una acción que cambie la historia. El sentido de tu vida puede estar en el día a día, en aquello que haces de manera sencilla y que influye positivamente en la gente que te rodea. Recuerda que miles de pequeños gestos pueden cambiar el mundo.
Si la muerte llamara a tu puerta ¿sabrías como pedirle una tregua, como convencerla de que aún te quedan cosas por hacer que realmente merecen la pena?
Mertxe Pasamontes