Uno de los objetivos más perseguidos y principal causa de consulta terapéutica es dejar de sufrir. Dejar de sufrir por el motivo que sea. Motivos hay tantos como seres humanos. Pero lo común a todos ellos es querer dejar de pasarlo mal, sea física o psíquicamente. Poder afrontarlo.
Como dijo Buda: el dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional. El dolor es un mecanismo de gran valor que tiene nuestro cuerpo para avisarnos de que algo no va bien, de que estamos heridos, enfermos o en peligro. Las personas que sufren insensibilidad congénita al dolor, una extraña enfermedad que sucede en una de cada cien millones de personas, sufren múltiples lesiones y heridas al no avisarles su cuerpo de cuando se están haciendo daño. El dolor es por tanto una protección sin la cuál no podemos vivir. Pero otra cosa es el sufrimiento.
El trabajo con el sufrimiento es uno de los procesos esenciales que hago en terapia. En la terapia voy guiando al paciente por distintas fases para que pueda llegar a liberarse del sufrimiento. Los primeros pasos a realizar son aquellos que ya realizamos en nuestro desarrollo, pero que de algún modo hemos olvidado. Estos pasos persiguen tomar conciencia de que tenemos una mente que media en nuestra experiencia del mundo y que por tanto nuestros pensamientos y sentimientos son producto de nuestra mente (y cuerpo), no tienen entidad propia fuera de ella. Es tomar conciencia de que nuestro modo de ver el mundo es un mapa mental construido sobre la realidad, no la realidad en sí misma. Los pasos, siguiendo a Fonagy, serían:
- Salir del modo equivalencia psíquica. En este modo se equipara el mundo interno y la realidad externa. No existe diferenciación entre las creencias y los hechos. En este modo es fácil verse atormentado por los pensamientos porque piensas que no puedes dejar de cumplir con aquello que piensas y que eso describe la realidad.
- Salir del modo simulación. En este modo tampoco hay diferenciación pero además se siente como real aquello que imaginas. Te alejas de la realidad y piensas que tu ilusión, la negación o la interpretación de los hechos es real. Aquí también falta diferenciación entre el mundo interno y el externo.
- Entrar en el modo mentalización. En este modo se diferencia entre la realidad interna y externa, se es capaz de reflexionar sobre los modos en que los pensamientos, los sentimientos y las fantasías afectan a lo que nos ocurre. Puedes también captar la diferencia entre lo que ocurre y tú reacción a lo que te ocurre. Empiezas a disfrutar de un cierto grado de libertad interna.
Puede parecer que la mayoría de la gente estaría en el tercer modo, pero ya te aseguro que no es así. Muchas de las personas que acuden a mi tanto para sesiones de terapia como sesiones de coaching están en algún modo atrapados en alguno de los dos primeros estados y uno de los principales trabajos es salir de ellos. Puedes pensar que estoy barriendo para casa y que es fácil llegar a ese estado por uno mismo. Claro que puede llegarse, pero no es sencillo. No es sencillo porque una de las principales maneras para hacerlo es sentirse seguro, sentir que tienes una base de seguridad en donde trabajar con esos aspectos, en donde poder desafiar esas creencias que mantienen tu mundo interno y el externo “enganchado” . Y esa base segura te la da el terapeuta. La relación con el terapeuta te da un espacio en donde poder experimentar sin miedo, con alguien que no te juzga y te acompaña de manera afectuosa. Puedes intentarlo solo si quieres, pero será más rápido y menos doloroso hacerlo acompañado. Después de eso hay más pasos a realizar, pero sin estos, los otros tienen poco sentido.
Lee esta historia:
Era un hombre que había sido encarcelado. A través de un ventanuco enrejado que había en su celda gustaba de mirar al exterior. Todos los días se asomaba al ventanuco y cada vez que veía pasar a alguien al otro aldo estallaba en sonoras e irrefrenables carcajadas. El guardián estaba realmente sorprendido. Un día ya no pudo más y le preguntó al preso:
-Oye, hombre, ¿a qué viene esas risotadas día tras día?
Y el preso contestó:
- ¿Cómo que de qué me río?¡ Pero estás ciego! Me río de todos esos que están ahí. ¿No ves que están presos detrás de estas rejas?
Como en el cuento, a veces estamos tan apegados a nuestra visión del mundo que no podemos ver lo que sucede en realidad. Del mismo modo nos apegamos inconscientemente a nuestra interpretación de las cosas aunque eso nos provoque seguir en el sufrimiento. Por eso hay que aprender a desarrollar la conciencia y la autoobservación y poder separar lo que nos sucede de lo que pensamos y sentimos acerca de lo que nos sucede. Y desarrollar la aceptación y el amor por uno mismo. Y aprender a soltar, incluso el sufrimiento.
¿Cuanto te aferras a tus creencias? ¿Crees que eso te produce sufrimiento?
Mertxe Pasamontes