Una de las tácticas que muchas personas utilizan para defenderse de los ataques o criticas de los demás es responder con un “Y tú más”. Es cierto que si las críticas son muy virulentas no dan muchas ganas de pararse a escucharlas, pero también lo es que aunque las personas den un buen feedback muchas veces también obtienen esa respuesta defensiva. Sin ir más lejos, en el panorama político actual se ha vuelto tan frecuente esta estrategia que no es posible ver un debate parlamentario o televisivo en el que no aparezca un Y tú más….
Aunque es una estrategia bastante infantil, es cierto que deja al oponente desarmado la mayoría de las veces, pues el que más o el que menos ha tenido algún comportamiento o actitud errónea o mejorable. Y entrar en un juego de acusaciones cruzadas no lleva a ningún lugar. Cuando el feedback está bien realizado este tipo de respuesta demuestra claramente que la persona no tiene ningunas ganas de mirar hacia dentro, de tomar conciencia de sus comportamientos o de plantearse si podría hacer las cosas de otro modo. También puede ocurrir que la persona sea consciente de eso pero no quiera reconocerlo delante de otra persona por el motivo que sea. Pero en general son casos menos frecuentes. Lo más habitual es que sea una reacción provocada por entrar en resistencia.Es algo que también sucede a menudo en las discusiones de pareja, cuando los dos miembros de la pareja se dedican a lanzarse acusaciones, normalmente en escalada, sin resolver nada.
Una mención especial merecen aquellas personas tan sibilinas que son capaces de usar el y tú más sin que haya ni siquiera un comentario previo hacia ellas. Conscientes de sus propias limitaciones lanzan un ataque con la esperanza que de ese modo no se descubran sus propias debilidades y carencias.
Durante unos años traté problemas de toxicomanía y trabajé en algunos centros terapéuticos. Una de las normas que había en esos centros era la prohibición del “y tú qué”. Si alguien respondía así se le advertía de que cejara en su actitud y si no lo hacía podía ser sancionado (las sanciones eran del tipo tener que hacer alguna actividad de más, o perder algún pequeño privilegio). El objetivo de esa norma era que los pacientes escucharan lo que les decían los otros aunque esos otros también cometieran sus errores o no fueran capaces de decirlo del mejor modo posible. Era un ejercicio para ayudarles a tener mayor autoconocimiento de sí mismos a través de los ojos de los demás. Lástima que en algunos entornos no podamos ponerles esa norma.
En la relación terapéutica el Y tú qué desaparece de modo natural. Es un contexto privilegiado en el que el terapeuta puede comentarle casi cualquier cosa a la otra persona (qué, cómo y cuándo hacerlo forma parte de la habilidad y conocimientos del terapeuta) y la otra persona no suele responder a la defensiva, sino que escucha. Y si se defiende, lo hace con argumentos propios no acusándote a ti de nada. Este es uno de los motivos por el que la relación terapéutica es uno de los mejores contextos que pueden darse para tratar los problemas emocionales y para conocerse mejor a uno mismo, ya que podemos trabajar con la resistencia.
¿Cómo desactivarlo? Vamos con algunas consideraciones:
- Lo primero es darse cuenta de si era realmente necesario decir eso. Es posible que no sea el momento o el lugar. O que la otra persona considere que no te dio la confianza necesaria para que le comentes cosas de ese tipo. No siempre la culpa es del otro.
- Si realmente es adecuado hacer el comentario, trata de usar los principios de cómo dar un buen feedback. Será todo más fácil.
- Si aún así, la persona insiste en el y tú qué, intenta llegar a un pacto tipo: Si te parece, hablamos primero de lo tuyo y luego si quieres (u otro día, o en otro momento) hablamos de lo mío. Poner la atención en cada uno es más sencillo que tratar de resolverlo todo a la vez si estamos todos implicados.
- Si no puedes llegar aun pacto, deja la conversación. Enzarzarse en un cruce de acusaciones no sirve para nada.
Y para desactivar a los sibilinos, lo mejor es seguir los consejos que no explica en esta historia (atribuída a Sócrates):
En la antigua Grecia, Sócrates fue famoso por su sabiduría y por el gran respeto que profesaba a todos. Un día un conocido se encontró con el gran filósofo y le dijo:¿Sabes lo que escuché acerca de tu amigo? Espera un minuto -replicó Sócrates-. Antes de decirme nada quisiera que pasaras un pequeño examen. Yo lo llamo el examen del triple filtro.¿Triple filtro? Correcto -continuó Sócrates-. Antes de que me hables sobre mi amigo, puede ser una buena idea filtrar tres veces lo que vas a decir, es por eso que lo llamo el examen del triple filtro. El primer filtro es la verdad¿Estás absolutamente seguro de que lo que vas a decirme es cierto? No -dijo el hombre-, realmente solo escuché sobre eso y… Está bien -dijo Sócrates-. Entonces realmente no sabes si es cierto o no. El segundo filtro, el filtro de la bondad ¿Es algo bueno lo que vas a decirme de mi amigo? No, por el contrario… Entonces, deseas decirme algo malo sobre él, pero no estás seguro de que sea cierto. El tercer filtro de la utilidad ¿Me servirá de algo saber lo que vas a decirme de mi amigo? No, la verdad es que no. Bien -concluyó Sócrates-, si lo que deseas decirme no es cierto, ni bueno, e incluso no es útil ¿para qué querría saberlo?
La única pregunta que debemos hacernos es si queremos crecer y evolucionar o si pretendemos vivir aferrados siempre a los mismos patrones. Porque si lo que queremos es crecer, sobra el y tú qué.
¿Sueles tener reacciones defensivas ante los comentarios de los demás?
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