Se nos presentan por delante unos días festivos. Ya comentamos la semana pasada cómo afrontar las vacaciones para disfrutarlas al máximo. Hoy querría aportar unas ideas que podemos empezar a poner en práctica durantes los días festivos, pero que tendríamos que practicar a diario para cambiar la calidad de nuestras vidas. Porque es esa calidad la que determina si tenemos una vida plena o no.
Ya os anticipo que no es una idea nueva de la que os voy a hablar, pero también es cierto que no suele aplicarse. Porque a veces lo que aparentemente es más sencillo es lo que se nos hace más complicado. Y esa idea es: disfrutar de las pequeñas cosas. Lo sé, lo has oído muchas veces. Pero: ¿lo haces?. Plantéate si te levantas cada mañana sonriendo por el nuevo dia que tienes ocasión de vivir, si disfrutas al sentir el agua de la ducha, si besas a tu pareja o a tus hijos sintiendo de verdad la emoción de hacerlo, si aprovechas ese pequeño paseo para mirar a tu alrededor y descubrir que te envuelve, si te alegras ante la lluvia que limpia el ambiente, si ríes con facilidad, si comes con placer, en resumen, si realmente gozas con los pequeños instantes que te depara el día a día.
Es posible que algunas de las cosas que he citado ya las hagas. Pero por si no las haces o por si quieres practicar nuevas maneras de hacerlo aquí te dejo unas pistas muy “sensoriales”:
- Practicar una nueva mirada. Trata de mirar las cosas como si fuera la primera vez, descubriéndolas de nuevo. No tengas ninguna idea preconcebida, deja que la realidad te sorprenda. Déjate extasiar con un paisaje, una obra de arte o la belleza de alguien. Aprende a acariciar el mundo con la mirada.
- Escuchar los sonidos del mundo. Renueva tu relación con los sonidos, escucha a los demás tratando de captar los matices de su voz, o disfruta de la música que te haga emocionarte de algún modo. Y aunque parezca paradójico, aprende a disfrutar del silencio. Trata de estar cada día en silencio durante algún tiempo, aunque sea sólo cinco minutos. Escucha ese silencio y relájate.
- Estar presente en los sabores. Cada día comemos, pero muchas veces no somos del todo conscientes de los sabores de lo que comemos. Más frecuentemente de lo que deberíamos, engullimos la comida sin apenas reparar en su gusto. Por ello es bueno recuperar el placer por la comida, por degustar cada bocado, sin prisa, dejando que el sabor nos deleite. No es fácil hacerlo toda una comida cuando estamos desentrenados, pero intentarlo es ya un primer paso.
- Sentir a través del tacto. La piel es el sentido que más extendido tenemos ya que recubre todo nuestro cuerpo. Por eso es tan importante permitirse sentir a través del tacto, notar las texturas, la diferente temperatura de las cosas, acariciar y ser acariciado, dejar que se sensibilice nuestra piel, nuestro tacto. Es además un gran modo de establecer contacto con los demás (siempre con respeto y consentimiento).
- Conectarse a través del olfato. El olfato es uno de los sentidos más potente y que nos lleva de un modo más directo a nuestro cerebro primitivo. Nos conecta con las emociones y los recuerdos de manera casi instantánea. La vida está llena de olores y percibirlos nos hace entrar de lleno en muchas situaciones. Obviamente, es mejor practicar en lugares que desprendan un aroma agradable, deleitarse con ellos, aprender a reconocer un lugar o a una persona por su olor.
Como observarás, todas las ideas que te he dado pasan por recuperar nuestra sensorialidad en el presente, en el aquí y ahora. Y ello se debe a que la única manera de disfrutar de las pequeñas cosas de la vida es estar en el aquí y ahora, en lo que sucede en cada instante y no en los grandes planes para el futuro. Y una de las mejores maneras para hacerlo es parar la mente y perdernos en nuestro sentidos.
¿Te animas a practicar?
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