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¿De qué depende tu autoestima?

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Paz interior

La autoestima es uno de esos conceptos que si bien son bastante fáciles de definir, son luego bastante complicados de concretar. Porque de hecho estamos midiendo un intangible, una sensación interna que tenemos hacia nosotros mismos y que aunque tiene algunas manifestaciones externas, estas no son siempre claras. La autoestima, tal como la define la Wikipedia, sería:

La autoestima es un conjunto de percepciones, pensamientos, evaluaciones, sentimientos y tendencias de comportamiento dirigidas hacia nosotros mismos, hacia nuestra manera de ser y de comportarnos, y hacia los rasgos de nuestro cuerpo y nuestro carácter. En resumen, es la percepción evaluativa de nosotros mismos.

Ya os he hablando en otras ocasiones de que habría dos “Yo” en nosotros mismos. Un Yo ideal que equivaldría a lo que entendemos por personalidad y que carga con todo lo que las personas influyentes de nuestro entorno han proyectado sobre nosotros y un Yo real que sería algo más esencial, menos influido por el entorno, como un estado interno que no necesita de la influencia externa para saberse valioso. Que se ama por el hecho de existir.

Sé que no son conceptos fáciles pues no estamos acostumbrados a pensar en ellos de esa manera. Y porque además no es sencillo distinguir cuando estamos en un Yo y cuando en el otro. La mayoría de las veces estamos en el Yo ideal, haciendo lo que los demás esperan o esperaron en algún momento de nosotros. Y que se grabó a a fuego en nuestro interior. Porque incluso cuando nos rebelamos, estamos actuando movidos por eso que nos grabaron, con la única diferencia que en lugar de a favor, vamos en contra. Pero eso no es ser libre.

La verdadera libertad sólo puede venir del Yo real, de esa parte esencial de nosotros mismos con la que tan complicado resulta conectar. Pues para hacerlo hay que quitar todas las capas de lo que no eres. Has de dejar de querer mejorarte a ti mismo, pues eso sigue siendo parte de quien no eres. Has de conectar con lo que eres realmente, aunque eso te sorprenda, te golpee, te cambie las expectativas e incluso te cambie la vida. Desprenderte de quién te creías que eras es un proceso duro. Has trabajado mucho para construir ese falso Yo y no resulta fácil soltarlo. Porqué además, jamas puedes soltarlo del todo, lo máximo que puedes aspirar es a conocerlo y desde ahí, poderlo relativizar. Como no son conceptos fáciles de explicar, os relataré un cuento que tal vez ayude a ilustrar el estado interior del que estoy hablando:

Un viajero había llegado a las afueras de una aldea y acampó bajo un árbol para pasar la noche. De pronto, llegó corriendo un joven que, entusiasmado, le gritó: “¡Dame la piedra preciosa!” El viajero lo miró desconcertado y le preguntó: “Lo siento, pero no sé de qué me hablas”. Más calmado, el aldeano se sentó a su vera. “Ayer por la noche una voz me habló en sueños”, le confesó. “Y me aseguró que si al anochecer venía a las afueras de la aldea, encontraría a un viajero que me daría una piedra preciosa que me haría rico para siempre”. El viajero rebuscó en su bolsa y extrajo una piedra del tamaño de un puño. “Probablemente se refería a ésta. Me pareció bonita y por eso la cogí. Tómala, ahora es tuya”, dijo, mientras se la entregaba al joven. ¡Era un diamante! El aldeano, eufórico, lo cogió y regresó a su casa dando saltos de alegría. Mientras el viajero dormía plácidamente bajo el cielo estrellado, el joven no podía pegar ojo. El miedo a que le robaran su tesoro le había quitado el sueño y pasó toda la noche en vela. Al amanecer, fue de nuevo corriendo en busca de aquel viajero. Nada más verlo, le devolvió el diamante. Y muy seriamente, le suplicó: “Por favor, enséñame a conseguir la riqueza que te permite desprenderte de este diamante con tanta facilidad”.

El cuento tiene varias lecturas posibles, una más obvia sería el desapego de las riquezas materiales. Pero hay otra más simbólica, en la que el diamante representaría al Yo Ideal o ego. Sería todo aquello que como el diamante, parece tener mucho valor pero que no aporta apenas nada a nuestro bienestar interior. Y así, tal como hace el viajero, nuestra tarea sería desprendernos de lo falso y encontrar así esa paz interior, ese contacto profundo con quién de verdad somos, que nos permite amarnos de verdad y dejar de perseguir falsos ideales. Y en ese lugar interior, la autoestima es sólida y no tiene que trabajarse. No hay que hacer nada pues ya todo está bien y en el lugar donde debe de estar.

Y recordad, si no estáis ahí, podemos trabajarlo. :)

¿Cómo es tu autoestima? ¿Reconoces a tu Yo ideal?

 

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