De vez en cuando aparece en la prensa la noticia de un piso en el que al morir la persona, normalmente de cierta edad, se han encontrado cantidades ingentes de objetos y basura acumulados. Popularmente se le ha bautizado a esa conducta como Síndrome de Diógenes. Es curioso el nombre pues precisamente el filósofo Diógenes preconizaba todo lo contrario, desprenderse de todo lo superfluo hasta quedarse sólo con lo mínimo imprescindible, que según se cuenta en su caso era un manto, un zurrón y un báculo.
Aunque a veces llamemos medio en broma Síndrome de Diógenes a la tendencia de muchas personas a acumular objetos materiales, la denominación correcta es acumuladores compulsivos. Muchos sufrimos de esa tendencia, en mayor o menor medida. Guardamos muchas cosas “por si” las necesitamos para alguna ocasión: ropa que no nos ponemos, un zapato de tacón que nos aprieta pero puede servir para una fiesta (absurdo si nos aprieta….), tornillos viejos, recortes de diarios y revistas, adornos que nos regalaron alguna vez (aunque no nos gusten demasiado), entradas de una ocasión especial, etc…
A esto se suma que muchas personas, presionadas por una sociedad de consumo que nos anima a comprar a todas horas, no sólo guardan lo viejo sino que además van incorporando nuevas piezas al repertorio, por lo que al final, la casa empieza a convertirse en un almacén de objetos. Y curiosamente, cuantas más cosas hay más difícil resulta tirar, pues el trabajo de hacer una selección de todo ello se vuelve muy laborioso y pesado.
Esa tendencia a acumular parece tener un origen instintivo, como estudiaron los neurólogos Jhon Blundell y Jac Herberg. Descubrieron que esa inclinación proviene de las zonas más antiguas del cerebro, posiblemente porque evolutivamente era necesario poder guardar alimentos que garantizasen la supervivencia en tiempos de escasez. El problema es que algunas partes de nuestro cerebro han evolucionado más lentamente que la sociedad y hoy en día no suelen darse esas situaciones tan extremas para las que ese mecanismo cerebral fue diseñado.
Si a eso le sumamos determinados rasgos de carácter, ya tenemos el cuadro completo. Las personas con tendencia a acumular, suelen ser muy sentimentales con respecto a los objetos, les asignan un valor emocional al margen de su valor material. Es como si los objetos fueran una extensión de sí mismos. Tirar algo es como tirar una parte de sí mismos.
Lo malo de acumular es que además de crear desorden, da un enorme trabajo de mantenimiento. Tienes que limpiar más y ordenar las cosas, si no quieres acabar sepultado por todas ellas. Y suele suceder que cuando realmente necesitas algo o no te acuerdas de que lo tienes o no lo encuentras. Ese desorden y acumulación es también reflejo de nuestro estado interno. No es que estemos desordenados por dentro, pero estamos de algún modo demasiado llenos: de ideas, de creencias, de supuestos, de prejuicios…
Vaciar lo externo, es de manera simbólica vaciar lo interno. Es dejar de aferrarse a cosas que tuvieron sentido en su día pero que ya no lo tienen. Es confiar que si en el futuro necesitamos algo lo podremos obtener sin necesidad de guardarlo todo. Es abrirnos a nuevos pensamientos, nuevas oportunidades, nuevas opciones. Es ir más ligero por la vida para volar más alto.
Si eres un acumulador compulsivo o estás cerca de serlo, empieza a soltar. Y si no sabes cómo hacerlo, recuerda que puedo ayudarte.
¿Tienes tendencia a acumular?