Ultimamente me está costando escribir. En parte es lógico cuando has escrito más de 700 entradas en un Blog sobre Psicología divulgativa. Muchas de las cosas que querías decir ya las has dicho. Y muchos de los temas que querías tratar ya los has tratado. Puedes dedicarte, como hacen muchos bloggers, a hablar de lo mismo por activa y por pasiva, del derecho y del revés. Pero a mi me resulta particularmente aburrido hacerlo.
Pero ese no es el único motivo. Al otro motivo no sabría como llamarle, así que de momento lo llamaré “la presión de los números“. Nos han contado que esto del Social media, del 2.0, de la marca personal, es llegar a tu público objetivo. Pero como ese público está entremezclado con otro que no lo es, la cuestión es llegar a muchos y aplicar el “embudo de la conversión” (nombre inventado, obviamente): llamas la atención de cientos o mejor miles para que conforme van entrando en el embudo acaben quedando al final del proceso los que están dispuestos a “comprarte” algo. En mi caso, mis servicios como psicóloga o coach. También puede hacerse mediante SEO: vas en busca de los que se supone que buscan lo que tú ofreces. Pero cuando se trata de servicios, eso nunca es demasiado claro y se acaba aplicando de nuevo el embudo de la conversión.
A estas alturas os podéis estar preguntando porqué os cuento esto y qué tiene que ver con el hecho de tener pocas ganas de escribir. Pues tiene que ver con el hecho de que para llegar a esos “miles” hay que tocar temas populares y de la manera que la gente quiere oír. Hay otro método, llamémosle el método “Risto” de ser ácido y cabrear a muchos. Pero ese método no es muy efectivo para un psicólogo, ya que no es el talante que se le presupone a un profesional de ese tipo. Aunque haya honrosas excepciones, pero el puesto de “psicólogo pitufo gruñón” ya está ocupado.
Tal vez, estéis pensado que no es necesario hacerlo así. Que puedes escribir sobre lo que realmente te importa y es relevante, pues es lo que queréis oír. Porque todos nos creemos muy auténticos. Pero la verdad es que los post de ese tipo, os puedo asegurar que son los menos leídos. Porque aquí entra la “presión de los otros“. Esto que os he contado es obvio que lo sabe mucha gente y además mejor que yo. Y en los últimos años la red se ha llenado de Blogs que ofrecen consejos psicológicos o pseudopsicológicos de todo tipo, escritos por gente de todo tipo también. Post golosos sobre cómo conseguir o cambiar lo que sea con unos cuantos pasos. Yo tengo unos cuantos post de esos, bastante exitosos por cierto. Aunque en ellos he tratado de poner sólo las cosas que realmente creo que sirven. Y os conmino a que me contéis cuántos de vosotros además de leerlos los habéis aplicado. Porque esa duda, la de si realmente han servido, la sigo teniendo. Pero el caso es, que esos Blogs de consejos fáciles acaparan a los “miles” y por tanto son los que pueden llegar a tener la tan ansiada conversión.
Y en ese dilema me encuentro. Mi Blog tiene ya una cierta popularidad y va teniendo visitas incluso si no escribo nada nuevo. Y el podcast tiene un buen número de oyentes (más que lectores el Blog, de hecho). Así que se supone que puedo seguir escribiendo post de escasa repercusión pero que reflejen exactamente lo que creo y experimento a diario. Aunque eso me suponga una cierta frustración, al darme cuenta de que lo que de verdad creo que importa, parece no interesar mucho. Porque son cosas que obligan a reflexionar, a conectar con uno mismo, a realizar cambios de verdad y esfuerzo. Pero eso es lo que a mi me funciona y a mis clientes también.
Y mi esfuerzo ha de ser olvidarme de la presión de los números, de la presión de los otros, del miedo a caer en el olvido entre toda esa marabunta de lugares del pensamiento fácil, del cambio sin esfuerzo, de la felicidad de todo a cien. Tener confianza, como dice Seth Godin, en que sólo necesitas diez personas que crean en ti. Sólo eso. Diez personas. Así que si quiero seguir escribiendo habrá que confiar. En ocasiones encontraré una lista de consejos o de cómo hacer algo, digna de ser compartida. Y la compartiré. Y en el resto, habrá que creer que esos diez de verdad interesados, están ahí. Y mientras lo compruebo, levantar mi copa y decir: va por ti, Seth!
Y aprender de esta pequeña historia:
Chan era un pequeño obrero en un reino del Lejano Oriente. Trabajaba el cobre y fabricaba magníficos utensilios que vendía en el mercado. Tenía una vida feliz , se sentía bien consigo mismo y no le gustaba aparentar delante de los demás. Tan solo le quedaba encontrar a la mujer de su vida.
Un día, un enviado del rey llegó para anunciar que Su Majestad deseaba casar a su hija con el joven de mayor autoestima del reino. En el día estipulado, Cahn se dirigió al palacio y se encontró con cientos de jóvenes pretendientes.
El rey los miró a todos y le pidió a su chambelán que les diese a cada uno cinco semillas de flores. Después, les rogó que regresaran en primavera con una maceta de flores salidas de las semillas que había hecho que les dieran.
Chan plantó los granos, los cuidó con esmero, pero allí no salió nada: ni brotes, ni flores. En la fecha estipulada, Chan cogió su maceta sin flores y partió hacia el castillo. Cientos de otros pretendientes llevaban macetas con flores magníficas y se burlaban de Chan y de su maceta de tierra sin flores.
Entonces el rey pidió a cada uno de ellos que pasaran ante él para presentar sus macetas. Chan llegó, algo intimidado ante el rey: “No germinó ninguna de las semillas Majestad” dijo. El rey le respondió: “Chan, quédate junto a mí”.
Cuando todos los pretendientes hubieron desfilado, el rey los despidió a todos excepto a Chan.
Anunció a todo el reino que Chan y su hija se casarían el verano próximo. ¡Fue una fiesta extraordinaria! Y Chan y la princesa cada vez estaban más enamorados. Vivían felices.
Un día Chan le preguntó al rey, su suegro: “Majestad, ¿cómo es que me escogisteis como yerno si mis semillas no habían florecido?” ¡Ninguna semilla podía florecer! ¡Hice que hirvieran toda la noche! y tú fuiste el único en tener bastante autoestima y consideración hacia los demás para ser honesto. ¡Era un hombre así el que yo quería como yerno!
pd. Si eres uno de esos diez, puedes dejar en los comentarios temas que serían para ti interesantes que tratara.
Mertxe Pasamontes