Estoy casi segura que vas a responder que no a mi pregunta. Pero antes de estar tan seguro de que no eres un comprador compulsivo lee este artículo. Porque se calcula que la prevalencia en España del trastorno de compra compulsiva (o adicción a las compras) sería de unas 400.000 personas, el 90% de las cuales serían mujeres. Este trastorno se caracterizaría pro una entrega desaforada o desorbitada a la adquisición de artículos que además de no ser necesarios resultan superfluos e inútiles. Pero antes de que te asustes, vamos con los criterios diagnósticos:
- Presencia de impulsos excesivos y recurrentes por comprar, que producen importantes problemas personales y familiares.
- Impulsividad y repetición de la conducta de compra, pese a las consecuencias negativas que trae esta conducta para la persona.
- Organización de la vida alrededor del hecho de comprar
- Necesidad urgente e irreprimible de comprar.
- Intentos fracasados de controlar gastos.
- La existencia de consecuencias negativas tangibles de comprar excesivamente, como agotamiento marcado, deterioro social o laboral, y problemas financieros o familiares.
- Sentimiento inicial de satisfacción que luego transmuta en sentimiento de culpa por no haberse podido resistir a hacer la compra.
Si cumples el 1, el 2, el 3 o el 6, serías un comprador compulsivo. Si cumples el 3 o el 4 dependerá de hasta que punto cumplas uno de los otros tres. Los trastornos siempre los ha de diagnosticar un profesional, pero esto puede servirte para hacerte una primera idea. Lo importante es que se entienda que el comprador compulsivo es un enfermo y no un caprichoso o una persona frívola.
De lo que no nos libramos la mayoría de nosotros es de la compra por impulso. Se considera compra por impulso todo aquello que compramos que no teníamos previamente planificado en una lista. Se calcula que cuando vamos al supermercado el 50% de las compras son por impulso. Esto es fácil de entender si sabemos que comprar activa los circuitos de recompensa cerebrales. Estos circuitos nos sirven para procurarnos las necesidades básicas como hambre, sed y sexo, pero también para procurarnos placer. Por eso no es de extrañar que las conductas que activan estos circuitos de recompensa tiendan a repetirse. Y eso sucede en la compra por impulso.
Hemos de pensar que vivimos en una sociedad de consumo en la cual uno de los pilares es obviamente que consumamos. Toda la publicidad y el marketing está dirigida a que nos apetezca comprar, a que se desencadene ese impulso. Hemos de ser conscientes de que una gran parte de las cosas que compramos no las necesitamos. Y posiblemente las hemos comprado por impulso. Comprar, al activar los circuitos de recompensa nos hace sentirnos bien. Puede compensar, aunque sea de manera artificial, carencias afectivas, la baja autoestima o el hecho de haber tenido una decepción o disgusto. Si se hace de manera puntual esto no tiene porqué causar ningún problema, pero si es una de las formas preferidas para salir de las emociones negativas eso puede llegar a ser problemático. Por eso hay que aprender a no caer en el consumismo, a simplificar y aprender a vaciarse.
No estoy diciendo que ser un comprador impulsivo lleve necesariamente a convertirse en un comprador compulsivo, pero es un primer paso. Aprender a diferenciar qué necesitamos de qué no necesitamos es un primera cosa que podemos hacer. Y adquirir otras habilidades para lidiar con nuestros conflictivos emocionales que no pasen por ir de compras. Si te has reconocido en alguna de estas conductas piensa que puede solucionarse con el tratamiento adecuado. Yo puedo ayudarte tanto si eres comprador compulsivo como impulsivo. O si quieres aprender a vivir con otros valores y otros modos de obtener satisfacción.
Para finalizar te dejo con una pequeña historia:
Cuentan que un viajero fue a visitar a un sabio maestro. Su humilde morada se encontraba prácticamente vacía, solamente tenía una cama, un cuenco para la comida y poco más. El visitante observó sorprendido esa austeridad y le preguntó:
- ¿Cómo es que vives con tan poco?
A lo que el sabio respondió:
- Tú también vas con una mochila muy pequeña
Ante estas palabras, el viajero alegó:
- Pero es que yo estoy de paso, estoy viajando.
Y el maestro añadió:
- Yo también.
¿Eres un comprador compulsivo y/o impulsivo? ¿Estás seguro?
Mertxe Pasamontes