Este año no voy a a hablar del tan manido tema del síndrome post-vacacional. Lo conocéis de sobras y lo podéis leer en antiguas entradas de mi blog y en muchos otros lugares de la Red. Y no es sólo porque sea poco respetuoso en un momento en que tantas personas se encuentran sin trabajo, sino porqué creo realmente que hemos de ser capaces de aprender a enfrentarnos a los cambios de una manera más sana. Y ya que hemos dedicado las entradas de este agosto a tratar de cómo vivir un Verano Zen, vamos a hacer de está última lo que podríamos llamar un regreso zen a nuestra vida cotidiana. Porque una práctica como el Zen, sirve de poco si no somos capaces de aplicarla a nuestro día a día. Ese es realmente el reto, la parte difícil, llevar ese estado de relajación que puede conseguirse en zazen o cuando estás desconectado de todo, a la vida cotidiana. Lo que el año pasado llamé el reto de la vida cotidiana.
Vamos a empezar con un cuento tradicional del libro, Carne de zen, huesos de Zen que dice así:
Un noble pidió al maestro zen Takuan que le indicase alguna forma de matar el tiempo. Los días se le hacían intolerablemente largos en su despacho, sentado rígidamente hora tras hora, recibiendo el homenaje de unos y otros.
Takuan escribió ocho caracteres chinos y se los entregó al noble:
Un día sólo es un día;
la joya más grande es como el día más corto.
Ese día nunca volverá;
cada segundo vale lo que una joya sin precio.
No son palabras fáciles de comprender y como he dicho otras veces incluso a mí se me hacen difíciles de asimilar en muchas ocasiones. Es normal que deseemos que lleguen los días de fiesta o aquellos en los que vamos a desarrollar alguna actividad que nos ilusiona. Y del mismo modo, es normal que queramos hacer correr el tiempo cuando estamos aburridos, o doloridos o las cosas no nos van bien. El problema, es que en el cómputo de nuestra vida todos los minutos suman por igual. Aunque psicológicamente, distorsionemos el tiempo y vuele cuando lo pasamos bien y se arrastre inmisericorde cuando lo estamos pasando mal. Pero hemos de ser conscientes, como hemos venido diciendo en todos estos post del verano zen, que es nuestra mente la que lo juzga así. Y aunque está bien querer disfrutar – sólo faltaría que pusiéramos eso en duda- querer disfrutar todo el tiempo no es realista. Forma parte de nuestra ilusión de control, de la que ya hemos hablado.
El problema, es que esa falta de aceptación, nos hace sufrir en muchos momentos, ante cosas que no podemos cambiar. Está bien esforzarse en aquello que está en nuestra mano cambiar. Pero también es adecuado aceptar que no todo está en nuestra mano. Uno de los mayores daños que ha hecho la Autoayuda mal entendida (o mal explicada), es hacernos creer que todo está en nuestra mano, que podemos cambiarlo todo. Y eso no es cierto. Hay cosas que no dependen de nosotros de ninguna manera. Lo único que depende de nosotros en algunas circunstancias, es cómo nos las tomamos y aquí también pongo reservas. Y pongo reservas, porque todos tenemos una educación y unos genes que nos condicionan. Y romper ese condicionamiento e incluso invertir alguna de nuestras tendencias naturales, puede hacerse, pero es costoso. No es algo que surja de un día para otro. Es un proceso a realizar, a trabajar en él y depende de que cosas, pueden llevarnos toda la vida realizar esos cambios. Y aquí no sirven las recetas fáciles, por mucho que se venda que sí funcionan. Quizás es eso lo que queremos oír, pero para hacer cambios profundos, hay que comprometerse con ello.
Y no quiero con esto asustar a nadie. Podemos cambiar nuestra manera de enfrentarnos a ciertas cosas, pero es posible que tengamos que trabajar en ello. Podemos volver en actitud zen, pero es probable que tengamos que poner la intención en conseguirlo. Porque dejar de reaccionar del modo habitual cuesta, ya que estamos muy acostumbrados a hacerlo. Y sólo conectando con nuestro Yo más esencial, podemos descubrir lo que de verdad es importante para nosotros y poner ahí nuestro foco de atención. Más intención, más acción y menos reacción. Tenemos toda una vida para conseguirlo. Es un hermoso camino.
¿Te apetece regresar en actitud Zen? ¿Qué hábitos mentales y de actitud tendrías que modificar para conseguirlo?
Si quieres escuchar el post en formato podcast aquí lo tienes:
Mertxe Pasamontes