Muchas personas dicen querer una vida feliz pero no son tantas las que están dispuestas a trabajar en ello para conseguirlo. Es posible que seas uno de esos afortunados que todo lo han tenido fácil desde siempre, a los que la vida les ha sonreído y puede que además a nivel interno te sientas bien. Hay personas así aunque no lo creas. Pero la realidad suele ser a menudo menos idílica que eso y la vida feliz no suele llegar de un modo tan sencillo.
Entonces llegamos a eso tan denostado y devaluado en nuestra cultura: el esfuerzo. Porqué tener una vida feliz requiere esfuerzo. Y no cualquier esfuerzo, sino el adecuado y en la dirección correcta. No se trata de dar palos de ciego, sino de trabajar ( mejor guiados) en nuestro interior para de verdad conocernos. Y con ese conocimiento poder tomar las decisiones adecuadas, las que nos conectan con nosotros mismos. Y así podemos tomar decisiones en sintonía con quien de verdad somos y salirnos del guión de vida que nos han marcado.
Pero antes de continuar me gustaría que leyeras esta pequeña historia:
Érase una vez un hombre que buscaba la verdad.
Un buen día llegó a un lugar en donde ardía una innumerable cantidad de velas de aceite. Éstas se concentraban cuidadas por un anciano que, ante la curiosidad de este individuo respondió que ése era el lugar de la verdad absoluta.
Aquel le preguntó que significaban sus palabras, a lo cual respondió que cada vela reflejaba la vida de cada individuo sobre la tierra: “a medida que se consume el aceite, menos tiempo de vida le queda.”
El hombre le preguntó si le podía indicar cuál era la de él.
Al descubrir que la llama estaba flaqueando, a punto de extinguirse, aprovechó un instante de distracción del anciano y tomó la vela de al lado para verter un poco de ésta en la suya.
Cuando estaba a punto de alzar la vela, su mano fue detenida por el anciano diciendo: “creí que buscabas la verdad.”
Como el hombre del cuento muchas veces decimos querer conocernos, pero no es cierto. Lo que queremos es que alguien nos consuele, o nos de la razón o no proporcione una receta fácil para el cambio. De ahí que triunfen las recetas del éxito o el cambio en diez pasos, de manera sencilla y sin esforzarse. O el hacerse rico teniendo una mente millonaria. Pequeñas golosinas que no alimentan pero engordan. Engordan a nuestro ego que se cree que está haciendo algo pero sólo se está comiendo una chuchería. Nada más.
Conocerse requiere de motivación y coraje. Motivación para no desfallecer y mantenernos en el camino y coraje para reconocer esas partes de nosotros mismos que nos nos agradan, pero que también forman parte de quienes somos. Hay que tener valor para darse cuenta de que algunas de las cosas que nos suceden son totalmente responsabilidad nuestra, de nuestras actitudes y conductas. Y otras no. Saber diferenciarlas es una de las claves de la existencia. Saber en qué podemos influir y en qué no. Y actuar en consecuencia.
Y ser capaz de mirar de frente los cambios que necesitamos hacer y hacerlos. Aunque choquen con algunas de las cosas que creíamos ser. Aunque nos lleven a lugares que no habíamos planificado, a una profesión diferente, a otros amigos, a una vida distinta. A deshacernos de cosas que nos habían parecido importantes en el pasado. A renacer a un nuevo yo y a una nueva realidad. A ser por fin quién de verdad somos. Y cuando eso sucede, ya no hay que buscar más la felicidad ya que emerge de manera natural y espontánea. Has llegado a casa.
Y si no sabes cómo hacerlo, recuerda que aquí estoy para ayudarte en ese camino.
¿Quieres una vida feliz? ¿estás dispuesto a conocerte?
Mertxe Pasamontes