En los últimos años una de las frases que más se han repetido es que hay que emprender con pasión. Y también que has de seguir tu pasión para realizarte, triunfar y ser feliz. Pues cuando sigues tu pasión es como si la vida fuese una fiesta continua. Todo esto está muy bien pero tal vez tendríamos que poner también un poco de sentido común en ello para no acabar haciendo de nuestra pasión nuestra infelicidad.
En otros post he hablado del elemento, ese lugar en donde confluye lo que te gusta hacer con lo que se te da bien. Es una idea de Sir Kenn Robinson que me fascina tremendamente, pues te lleva a hacer algo en la vida con lo que seguro vas a disfrutar. Cuando algo nos gusta, gozamos haciéndolo. Y si además se nos da bien, ese goce se incrementa pues conseguimos entrar en estados de flujo con mayor facilidad. Los estados de flujo se caracterizan por un estado de ánimo alegre, en que la persona se siente tan bien haciendo lo que está realizando que toda su atención se concentra en esa actividad. Hay un cierto olvido de uno mismo (en el sentido de silenciar el Yo crítico), toda la atención está volcada en la actividad y el disfrute de la misma. Es por tanto un estado muy deseable.
El hecho de que algo se nos de bien facilita el aprendizaje y el progreso en el campo en cuestión. Porque uno de los problemas con los que a veces nos enfrentamos es que nos gusten actividades para las que no estamos muy bien dotados, sea física o psíquicamente. Sé que a nadie le gusta oír eso y queremos creer que si queremos, podremos. Pero la realidad es que hay cosas para las que no tenemos (ni tendremos) facilidad. No es que no las podamos hacer, es que siempre requerirán de un esfuerzo extra para alcanzar un resultado promedio (por no decir mediocre). Es más realista plantearnos que esa actividad será mejor tenerla como afición que como profesión.
Llegado a este punto podéis estar pensando que cuál es el problema entonces con respecto a emprender con pasión. Si hemos encontrado algo que se nos da bien y que además nos gusta, ¿no tendríamos que lanzarnos a por ello? Te responderé brevemente: sí y no. Y trataré de explicar el porqué en dos puntos clave.
El primero de índole práctica es saber con que base cuentas para emprender y qué conoces del mercado al que quieres acceder. Es obvio que si tienes una afición muy peculiar, puedes hacerte un nicho en Internet. Lo que no está tan claro es que ese nicho de la “larga cola” (como se le conoce en el argot del marketing, es decir, un nicho pequeño sobre algo muy concreto) te de para vivir. Puede que el número de personas (o su capacidad económica o sus ganas de gastar en eso) a las que les interese tu producto o servicio no sean suficientes para que puedas vivir de ello. Si tu pasión es algo más popular, puede que te enfrentes a una competencia feroz e incluso consolidada. No estoy diciendo que sean obstáculos insalvables, sólo que has de tenerlo en cuenta. Y si tu pulmón financiero no te permite vivir un tiempo largo sin ingresos, puedes pillarte los dedos. Entonces tendrás que emprender a media jornada, mientras lo compatibilizas con algo que te dé ingresos para vivir.
El segundo condicionante es más psicológico. Y quizás te sorprenda lo que te voy a decir. ¿Hacer de tu pasión tu trabajo no va a acabar con ella? Trabajar suele ocupar muchas horas al día, de promedio unas ocho horas. Y si además es un proyecto personal por cuenta propia, esas horas tienden a dilatarse. Por mucho que te guste hacer algo, si tienes que hacerlo todo el día es posible que te hartes, te aburras o que pierda parte de su encanto. Porque además lo más probable es que tengas que hacer casi todo lo que comporta hacer de ello un negocio, con lo que no sólo vas a dedicarte a la parte “bonita”. Te va a tocar el pleno al quince.
Te pongo un ejemplo real. Al hijo de una amiga le encanta cocinar y además se le da muy bien. Tiene 16 años y le gusta desde niño, mira programas de cocina en TV e Internet, compra libros de recetas siempre que puede. Todo haría pensar que va a querer dedicarse a ser cocinero. Pero él quiere ser abogado. Quiere una profesión con la que ganarse la vida y luego seguir teniendo la cocina como afición. Es posible que con la edad cambie de opinión pero de momento su razonamiento es impecable: no quiero trabajar en una cocina todo el día porque aborrecería cocinar por obligación. Tendría que estar muchas horas y hacer platos que no me interesa hacer. No todo el mundo es Chicote o Adrià y no quiero aborrecer cocinar.
Por eso digo que hay que emprender con pasión y sentido común. Pasión para hacer algo que te guste y se ta da bien y sentido común para valorar bien todos los condicionantes. Para ser capaz de valorar tu situación económica y del mercado al que quieres acceder. Y para también saber cómo eres y cuanta capacidad tienes de abarcar todo lo que ese negocio te obligara a abarcar. Para lo primero puedes consultar con un asesor de negocio. Para lo segundo necesitas conocerte y ser capaz de proyectar en el futuro cómo te vas a sentir y eso es mi especialidad.
Anímate a perseguir tus sueños pero mantén un pie en el suelo. ¿Tienes alguna pasión? ¿Te gustaría trabajar de eso?
Mertxe Pasamontes