Hace ya un tiempo escribí un post que ha tenido muchas visitas en el que hablaba del optimismo inteligente. En él explicaba que el optimismo no sólo era el hecho de pensar que las cosas van a ir bien sino más bien una confianza en que tendremos los recursos necesarios para afrontar lo que suceda en caso que vengan mal dadas.
Pero hoy querría ir un paso más allá. Porque creo que ya no se trata sólo de ser optimista, sino de amar la vida. De sentir ese anhelo de vivir que hace de cada momento algo extraordinario. Y que el ritmo de vida que lleva la mayoría de la gente le impide sentir. Porque sí vas todo el día corriendo de un lado a otro, con el horario lleno de actividades, con mil cosas por resolver, no puedes notar esa pulsión. Hay que parar para notarlo. Hay que simplificar las cosas.
El anhelo de vivir es algo sutil en la mayoría de situaciones. Suele manifestarse con fuerza cuando vivimos circunstancias de gravedad, una enfermedad o un accidente que nos hacen ver que la muerte es algo que puede aparecer en cualquier momento, que el hilo que nos une a la vida es muy fino y puede romperse fácilmente.Entonces el ansia de vivir surge con fuerza, como la bocanada de aire que toma un pez fuera del agua tratando de aferrarse a la vida.
Pero en el día a día nos olvidamos. Empezamos a llenar el tiempo de actividades y la cabeza de preocupaciones. Y nos olvidamos de vivir. No es que no seamos optimistas, es que nos hemos olvidado de vivir. Y en la mayoría de casos necesitamos que la vida nos de un buen susto para reaccionar. El problema es que no siempre estamos a tiempo y que si lo estamos, solemos olvidarlo con facilidad.
Por todo ello, yo quiero vivir con ese anhelo de vivir que te hace sentir realmente vivo. Sin esperar a mañana lo que pueda disfrutar hoy. Levantarme con la sonrisa del que tiene un nuevo día sobre la tierra. Y dejarme sentir la vida en todas sus formas. En todas esas pequeñas cosas que tantas veces damos por hecho pero que añoramos profundamente si un día nos faltan: El agua de la ducha sobre la piel, el té de la mañana, los maullidos de mi gato pidiendo comida, la suavidad de su pelo, la sonrisa de mi pareja y su abrazo, la oportunidad de hacer un trabajo que me gusta, el cielo sobre mi cabeza, la brisa fresca que de repente se levanta, el sonido de la lluvia en la ventana, la risa inesperada, los momentos tristes….lo quiero vivir todo.
Y además hacer todo eso con un profundo agradecimiento por la oportunidad que me ha sido dada. Y dejar de preocuparme de cosas que nunca pasarán, y dejar de pretender ser quien no soy, y ser sensible e incluso débil en ocasiones y dejarme querer y ayudar, y así poco a poco amar cada día más la vida.
Y todo lo demás vendrá sólo. Será dado si tiene que darse. No digo que no haya que poner de tu parte para que las cosas sucedan, pero hacerlo de un modo orgánico, sin forzar y siempre desde la conexión interior, desde lo que tu realmente quieres. Y no olvidarse de darse a los demás, de ayudar de colaborar, de ser conscientes de que formamos parte de un todo.
Y para ti deseo lo mismo, que puedas sustituir optimismos mentales por el anhelo profundo de vivir. Yo estaré aquí trabajando en ello. Y te estaré esperando si decides unirte a mi propósito.
¿Vives realmente?